Hay quienes se consideran tecnófobos y
se rehúsan a volverse dependientes de la tecnología. Hay quienes, por el
contrario, la acogen con entusiasmo y se declaran tecnófilos. Es indudable que
la tecnología ha revolucionado el mundo entero, desafiado la sensación
espacio-temporal, ha cambiado nuestros hábitos de socialización, de lectura, de
consumo. No podemos imaginarnos la cotidianidad sin tecnología. Basta que la
señal de internet se interrumpa para que una oficina entera se paralice. Un
celular flecha, sin plan de datos, es un artículo casi obsoleto y ya se siente
la angustia de la gente que quiere cambiar su Iphone 4 por un Iphone 5.
Son pocos los quijotes que andan por ahí
sin celular, escasamente tienen una cuenta de correo electrónico que nunca
revisan y están libres de tener un perfil en Facebook o una cuenta de Twitter.
A veces me gustaría ser uno de ellos y volverme absolutamente análoga. Me gusta
pensar en ese día inesperado en que la humanidad llegue a sufrir un cataclismo
solar y volvamos a la edad de piedra. ¿Qué será de nuestras pobres vidas sin un
computador, sin un teléfono móvil, sin nuestra presencia en redes sociales, sin
poder hacer compras en Amazon, Carrefour o Fabella? Tendremos que volver a
hacer cálculos mentales, ir a visitar a nuestros seres queridos, salir a la
calle a hacer amigos; hacer presencia. Empezar de ceros.
Algunos tendrán que tomar ayuda
psicosocial al descubrir que su personalidad real no era tan interesante que la
que escandalosamente proclamaban en la web. Algunos experimentarán la rara
sensación de volver a leer en un libro físico, sin hipervínculos ni resúmenes,
ni citas preseleccionadas. Algunos llorarán lágrimas de sangre añorando, de
manera apocalíptica, la era de las comunicaciones. Edad de oro de la
inmediatez, de la información digital, de los chips hasta para la felicidad.
Basta con que una voraz tormenta solar
arrase el escudo electromagnético de la tierra para que cualquier cosa que
produzca electricidad se frite como el cerebro de un adicto a las anfetaminas.
Es una amenaza tan real que países como Estados Unidos, Rusia y Francia
tienen una planeación estratégica para proteger la información digital.
No se trata de ser tecnófobo o
tecnófilo, se trata de reconocer que este mundo virtual del que somos cada vez
más esclavos es más frágil de lo que imaginamos. Salir de esta zona de confort
que nos ha brindado la tecnología con posibilidades, sin duda extraordinarias,
puede llegar a ser una catástrofe, no sólo natural sino trascendental en la
vida del hombre.
Dependemos demasiado de los
computadores. La caligrafía, la lectura, el contacto con los seres humanos son
prácticas en vía de extinción. Hacemos amigos por internet, compramos por
internet, conseguimos pareja por internet y hasta tenemos sexo por internet.
Nuestra vida virtual poco a poco va invadiendo nuestra vida real.
El día en que esa tormenta solar llegue
me gustaría ser uno de esos quijotes análogos que aún andan por ahí. Tener una
pareja de carne y hueso al lado y no ser una viuda virtual. Poder contar a mis
amigos con los dedos de la mano. Ser la persona que realmente digo y pienso
ser, no lo que dice en mi perfil de Facebook o Twitter.
Asumo que las consecuencias de esta gran
catástrofe, que ya no es ni tan ciencia ficción, dejarán un vacío gigante en
los tecnófilos web-adictos. No habrá tratamiento psiquiátrico que les haga
entender que ya no podrán seguir a Uribe, a Correa o a Chavez en Twitter, que
en vez de cambiar su status de “soltero” a “en una relación” tendrán que
cambiar su status quo. Que tendrán que cargar con la tragedia de no poder
resumir sus estados de ánimo en emoticones.
Ese parece ser nuestro apocalipsis. Y,
de pronto en contra de los tecnófilos más dogmáticos, me atrevo a decir que hay
vida luego del apocalipsis. Ni más ni menos que la vida real. Y seguramente, si
despertando de este apocalipsis alguien encuentra los vestigios del patrimonio
digital en alguna parte del subsuelo de USA o Rusia o Francia, se convertirán
en un objeto histórico, una pieza de museo mucho menos atractiva que las ruinas
romanas o que cualquier maravilla del mundo antiguo o, por qué no, del mundo
REAL.
Si un día llega el apocalipsis telemático el mundo volverá a la época idílica de los literatos, de la realidad virtualizada en el imaginario colectivo que interactuaba en las tertulias a la luz de antorchas y candelabros, planeando revoluciones, conquistas y descubrimientos que ya se conocen pero que están segados por la inocua verdad que refleja el falso ciberespacio, del mundo de los Gadgest y los Smart, se volvería a una materialización tangible de la humanidad, dejarían de alterarse las conciencias por alarmas amarillistas que generan pánico caótico y consumista. Con todo esto es tan loable la apreciación de la autora, por recordarle al mundo entero y a mí, que la tecnología es solo una de las partes que mejoraron en parte el mundo para evitar la oscuridad de la ignorancia, pero que, sin embargo, no se debe convertir en un medio que separe al ser humano de su esencia natural. Felicitaciones, muy acertada tu opinión.
ResponderEliminarBello.
ResponderEliminar...a mi lo que me gusta de esto de la vida virtual, es que la guachafita ha adquirido un segundo nivel... Guachafita V.2.0.... que seran de las fiestas ahora sin youtube para mezclar y encontrar esos hits de antano que no tenemos en cedé, elepé o caset? que serán de las reuniones sin el ocasional video del hombre sexi que no es sexi pero es chistoso cuando quiere ser sexi, para hacernos reir? para asi poder romper el hielo? ya no habran tigresas del oriente para hacernos reir? .....la rumba se vera afectada totalmente y para gente como uno que no sabe bailar, el infierno volvera....
ResponderEliminarJa ja ja q cómico
ResponderEliminarCarla Paola te saludo con mucha alegría ya extrañaba esta otra face tuya de escribir, la vida cotidiana nuestra, hace mucho que no lo hacías te felicito mujer y sigamos escribiendo como patitos en el agua.
ResponderEliminarLos saludos desde Caracas a todos los que visitan esta pagina. ¡Buen día a todos nuestros amigos de América Latina y el Caribe! "La mayor muestra de educación es la amabilidad" Te regalo esa frase de un Autor Anónimo.
ResponderEliminarSolo haciendo clik en mi nombre podrán leerme también Saludos y felicidades!
Muchas gracias a ustedes por visitar mi blogger.
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