Me doy el permiso más importante de todos: el de ser auténtica. No me impongo soportar situaciones y
convenciones sociales que agotan, que me disgustan o que no deseo. No me esfuerzo por complacer.
Elijo lo que me da salud y vitalidad.
Me hago más fuerte y más serena cuando mis
decisiones las expreso como forma de decir lo que yo quiero o no quiero, y no
como forma de despreciar las elecciones de otros.
No me justificaré: si estoy alegre, lo estoy;
si estoy menos alegre, lo estoy; si un día señalado del calendario es
socialmente obligatorio sentirse feliz, yo estaré como estaré.
Me permito estar tal como me sienta bien conmigo
misma y no como me ordenan las costumbres y los que me rodean: lo “normal” y lo
“anormal” en mis estados emocionales lo establezco yo.