Y en ese momento le ves, le miras, y pasas cerca y te roza
con el brazo. Nadie más lo ve, pero tu carne está de gallina y estás a punto de
sonreír como una verdadera pendeja. Pero al pasar y reconocer su olor te
vuelves loca del todo, y al darte la vuelta para decir algo sólo se te ocurre
un “encantado de haber coincidido contigo en esta vida”, al tiempo que tu
corazón lucha por salirse de de tu pecho y tiemblas tanto que en cualquier
segundo caerás rendido a sus pies.
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