Vamos, que la cosa está en entender que existe el amor “sano”, y que -a veces- ese también hace daño. Pero que sentir dolor o tristeza, llorar una ausencia, esperar sin respuesta, esconder la cabeza, revisar fotos viejas, releer unas letras, echar de menos, desear de más, morderse el labio para no llorar, y hasta no poderse aguantar... no nos hace ridículas, ni pequeñas, ni patéticas, ni tontas, ni derrochonas de amor que nadie quiere. No haber sentido nunca eso, significaría estar muertas.