Había estado varada en un sueño, ¡¡sí!!.. aquel, ese que se ve de lejitos, ¿Puedes mirarle?.. ese del brillo especial que cada mañana contagia con una sonrisa y extrañamente hace que brille la mirada, claro porque la mirada no siempre es opaca.
De pronto una noche suspiraba tan fuerte que ese suspiro hizo que el sueño se me soltara del pecho y comenzara a caminar entre el viento, extendió sus alas y se dispuso a alejarse de mí.
Mis ojos sorprendidos no le perdían la pista, extendía mis manos que aleteaban en los segundos intentando atraparle, mis dedos alcanzaban a rozarlo de vez en cuando y mis pies presurosos me llevaban de un lado a otro para no dejarle ir.
Un instante en el que se posó en la rama de ese enorme árbol de flores lilas, tomó impulso con las piernas y se elevó…
Me quedé largo rato mirándolo, hubiese querido tener alas para elevarme tras él, quizás darle un beso antes de su partida o mirarle a los ojos y sonreír sin palabras para que no me olvide.
Aquel sueño, es probable no regrese, y yo, seguramente ya no lo espere…
A veces los sueños duran tan poco y no se hacen realidades, pero aún así, no puedo dejar de creer en ellos…
No hay comentarios:
Publicar un comentario