El galán de medio día

Siguiendo la tradicional costumbre de echarle la culpa al otro, propia de la moral del hombre natural que es la misma animal, acuso a todos los galanes de medio día, engrandecidos por las productoras de Telenovelas; son ellos los culpables de los fracasos emocionales y la sumisión extrema de nosotras, las amas de casa contemporáneas básicamente desesperadas. 
Sí, estamos desesperadas. Me atrevo a asegurar que estamos casi locas por culpa del galán de medio día que nos pusieron como modelo desde pequeñas y a quien, inevitablemente, a pesar de una costosa educación, volvemos a buscar, para que nos desilusione otra vez, nos engañe con su articulada labia de romancero venezolano, mexicano, colombiano etc y su tragicomedia de medio día mezclada con el humeante almuerzo.
El galán de medio día es una unión de héroe donjuanesco con capataz, se las da de artista y, canta si no está cabalgando en su caballo o quitándose las tres capas de base que le echaron las muchachas de maquillaje. 
De Edmundo Troya a Omar Fierro, de Rafael Novoa a Danilo Santos y Victor Cámara, se nos ha pasado la vida como televidentes, futuras madres de familia, amas de casa y amantes. Engañadas, alguna vez nos hicimos la permanente siguiendo la moda Nelly Moreno –diva de medio día- y soñamos con que un galancete nos prometiera la casa en el aire como cantaba Carlos Vives y esos as de corazones que cantaba la Margarita Rosa de Fransisco pero, y esto puede ser uno de los graves errores de , televisa. telemundo el canal de las estrelladas el mismo caracol y rcn, nunca nos mostraron qué había sido de la vida de esta casta heroína una vez conseguía consumar su amor cortés. 
Quizás si nos hubieran mostrado en qué se convertía este héroe de dramatizado cuando el padre decía “los declaro marido y mujer”, si nos hubieran mostrado lo beodo, mujeriego, guache y truhan que era en el fondo Edmundo Troya, aún después de su lifting facial. 
Si hubiéramos sido testigos de esa espeluznante realidad que intenta maquillar, esconder y aromatizar de la manera más mañé la televisión nacional e internacional, otro sería nuestro cantar, probablemente nuestra generación no se hubiera entregado al desengaño del matrimonio tan ingenuamente y, de pronto, más mujeres hubiéramos desarrollado un sensor para reconocer la malicia del galán y hubiéramos logrado blindarnos antes de que nos llenara de chinos ya que los hijos es de lo primero que nos llenan. 
Los galanes de las telenovelas ¡no eran de verdad! Lo que nos enseñó la realidad fue exactamente lo contrario, un mundo ruin y áspero, lleno de agropecuarios adonis que, contrario a lo que hacía Edmundo Troya, no llaman al día siguiente, no llevan serenatas, no sueñan con casarse con uno, no son fieles… al contrario. 
Lo que sí conservan nuestros especímenes masculinos del paradigma donjuanesco televisivo de los ochenta es la labia culebrera y las frases de cajón, llenas de lugares comunes que hieden a pachulí de la feria del calzón y solo cucos. 
Sin embargo, estas promotoras de novelas baratas, sea este el momento para que mi generación haga las paces contigo, ya la vida les habrá desdibujado con sangre la ilusa figura del príncipe azul que encarnaste en Guillermo Gálvez; y a ti, Jorge Barón, es hora de que las mujeres nos reunamos para darte una patadita de esas que tu mismo das a todo galansetes de medio pelo por los sumisos estereotipos que nos vendiste en el rostro de Linda Lucía y Nelly. 

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