Lo mejor de todo es no arrepentirse y tocar los recuerdos con guantes de terciopelo

Lo mejor de todo es no arrepentirse y tocar los recuerdos con guantes de terciopelo, por si se rallan o estropean. Quizás uno pueda pensar que con veinte años los recuerdos son escasos, y que con cincuenta (que no lo dudo) serán muchos más, más bellos y más dolorosos. De comparaciones hablo. Pero lo cierto es que por desgracia, y le miro a los ojos a esa palabra, hace algún tiempo pasé por una pérdida de las que te llegan a empujones por las escaleras, de las que vienen con el café de la tarde y sin previo aviso. De ese día solo recuerdo la tila en taza blanca, el sofá con fundas blancas, mucha gente que sobraba y mucha soledad sudada. Ese día me sobraban hasta los ojos y la identidad. Los flash backs de ese momento suelen reiterarse cada vez que escucho o veo determinadas cosas que en un pasado fueron compartidas; y ojo como me pille la soledad en un callejón sin salida... que me desvalija por dentro y me desempolva los recuerdos al vacío. Esos que aún duelen más, esos que aún se olvidan menos. Pero ese es otro tema y para ese aún no estoy remendada para escribirlo a mis anchas; así que dejemoslo. Esos recuerdos no son malas hierbas, ¿sabes que creo que constituyen?Las canas del corazón. Y si las arrancas te salen tres más, ya sabes la leyenda PeterPanesca... y si las tiñes quedas de bote, y tonta.

Hoy tengo tu recuerdo, que vale más que tú. Y sin embargo, volteo la cabeza, miro mi mochila y me digo "¡Que bien! En el bolsillo interior aún me queda sitio".
"Sitio para qué", podrás preguntarte.

Sitio para vivir dos veces.

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