Un pastor estadounidense llamado John Smid acaba de salir del
clóset. Luego de dedicarse casi 20 años a “curar” homosexuales terminó
casándose con uno. Su pareja se llama Larry McQueen y de él dijo muchas cosas
bonitas, entre ellas, que es un espejo en el que se mira todos los días.
Bella historia
que deja varias enseñanzas. Primero, que el homosexualismo no es curable porque
no es una enfermedad.
La idiotez de
los que persiguen a los homosexuales, sí, pero a la fecha no se han inventado
una cura para la tontera. Vean que Jesús sanó enfermos, hizo caminar a los
cojos, hasta trajo a personas de la muerte, pero no hay registros de que haya
vuelto inteligente a un cretino.
El otro día
hablaba del tema con una amiga y llegamos a la conclusión de que si toda la
humanidad decidiera salir del clóset, descubriríamos que, bajito, el 50 por
ciento del mundo es homosexual, comenzando por los que ferozmente persiguen el
homosexualismo. De esa gente está lleno el mundo. No se trata de dar nombres,
que todos hemos leído sus declaraciones en la prensa. Ellos han dicho, por
ejemplo, que el sexo entre hombres es excremental, como si el sexo entre
heterosexuales tuviera la asepsia de un quirófano y el aroma de la campiña
inglesa.
La verdad es que
están llenos de miedo y ven en los demás lo que cargan en su espalda; en su
baja espalda. Si todos nos dedicáramos a nuestros asuntos y desistiéramos de
fiscalizar el culo de los demás, este sería un lugar mejor. Hay quien usa de
argumento eso de que Dios creó al hombre y a la mujer. Primero, cada día es
menos probable que Dios creara solo a dos personas y no aun ciento; segundo, es
cierto que se necesitan sexos opuestos para procrear, pero en un planeta con
siete mil millones de personas y contando, la supervivencia ya no es un
problema. Al revés, lo que necesitamos son parejas que no se reproduzcan.
El
homosexualismo no se contagia, si eso es lo que temen.
El
homosexualismo es un tema que nos ha llenado de traumas sin necesidad. Ahí
tenemos a Nerú, que exclamó que se había vuelto heterosexual como si estuviera
haciendo lo correcto, y un joven que salió del clóset en un video de YouTube
que ya va por las tres millones de visitas, cuando las preferencias sexuales
deberían ser irrelevantes y reconocerse homosexual debería requerir de la misma
valentía que ir a la tienda a comprar pan y leche.
El asunto no es
si el marica nace o se hace, sino que hay personas que son maricas y otras que
se hacen los maricas. Las segundas son las peligrosas.