El amor verdadero no implica dos personas que se aferran la una a la otra; todo lo contrario: solo puede nutrirse y crecer entre dos seres humanos fuertes, seguros de su individualidad. Alguien superficial solo podrá entablar relaciones superficiales. Si desean experimentar una relación de amor realmente genuina, lo más importante, antes que nada, es que desarrollen una sólida identidad. El amor verdadero no yace en hacer lo que el otro desea que uno haga, o en aparentar ser alguien que uno no es. El amor ideal se desarrolla y crece solo entre dos personas sinceras, maduras e independientes.

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