El enojo da fuerza, impulso, adrenalina.

Es mas fácil y a veces más cómodo estar enojado, rabioso, furioso, indignado que enfrentarse a la tristeza de lo perdido o asumirse vencido. En el enojo hay acción, en el dolor, quietud. Y es en la quietud, dónde nos damos cuenta de cuánto el enojo, la pelea, o la bronca, nos ha costado a lo largo del camino.
El enojo no nos deja mirar con ganas para ver de verdad, ni hablar para enmendar ni oír con ganas de escuchar.
Aprender a ser más calmo, mas receptivo, menos defensivo. Tratar de buscar punto de equilibrio entre lo que siento, digo, veo y he vivido. Asumirnos todos imperfectos, llenos de luces que a veces también hacen sombra. No somos sólo una acción, ni un momento, ni una contestación, ni un lamento. Lo perdido queda girando en el tiempo y nos acecha si no aprendemos con el tiempo a ser más humanos, a darnos la mano pese a que duela tanto…
Que sigamos viviendo, sintiendo, hablando, comunicando y escribiendo los que, como yo, ordenamos mejor letras que palabras. Que no dejemos que los enojos griten o ignoren haciéndonos creer poderosos por un momento. Porque la razón procesa mucho más rápido de lo que tarda en curarse un corazón. Digo...

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