Soy una inadaptada a este mundo que me resulta ajeno y vertiginoso

Un mundo de relojes apurados y personas que se creen libres cuando en realidad están condenadas con almas nómades.
Y es que yo soy raíces en un mundo de alas y vientos cambiantes; soy piedra en tiempos de valijas sin desarmar y pasaportes siempre prontos; soy hiedra de verano en una época de hojas de otoño.
No me acostumbro a besar con los ojos abiertos y a hacer el amor con los ojos cerrados. No me gustan los apodos genéricos que evitan tener que recordar el nombre del “fulano” o la “mengana” que con su desnudez aplacó la soledad de la noche. Detesto el argumento del “amor libre”. Nunca voy a entender las risas huecas, los abrazos vacíos, los vasos llenos como placebos contra la conciencia, como anestésicos del dolor.
Y es que soy sombra de bosque en ciudades de luces de neón y fuegos artificiales; soy un beso en la espalda en camas de sexo punitorio; soy agua de manantial en botellas de vodka y ron.
Extranjera en mi vida; huésped de los ojos que no me atraviesan cual fantasma; presa en un mundo de personas que no saben permanecer, que no han aprendido a amar y que van por ahí pregonando su libertad aun esposados por su soledad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario