Ya son muchos los kilómetros de tierra y soledad que nos separan

 Y, claro está que, mi cariño no ha logrado calar sus raíces en tus maletas. 
El teléfono no ha sonado ni una vez desde que te fuiste y el calendario se desnuda insolente, arrancándose los meses con lujuria lacerante.
Me asfixia la necesidad de soltar lo que ya no es para mí, de desenredar mis pies que se aferran a tus pasos y me arrojan a un destino que no me pertenece confundiendo mi camino y clausurando mis atajos.
Los relojes acribillan los días.
El peso de mil lágrimas lloviendo sobre mi llanto opacan el futuro del que te has extirpado tan torpemente que todavía pueden palparse tus caricias mancas.
Mi vanidad herida esquiva los espejos; mi orgullo miope aún mira para atrás.
Esta sonrisa de perdedora que no se conforma con un premio consuelo, sobrevive a pesar de saber que no vas a volver… o sí… ya qué importa!
Tal vez, a tu regreso, te encuentres con este maniquí de ojos tristes y venas huecas y no reconozcas a la que dejaste; o, quizás, el olvido piadosamente corrompa mi memoria y sea yo quien no reconozca tus alas gastadas.

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